domingo, 29 de noviembre de 2009

MI DULCE ENSUEÑO

El alma es una fuerza que comparte, el cuerpo una fuerza que recibe. El alma
es inmortal, el cuerpo muere. El alma es orden y felicidad infinitos, el cuerpo
es tristeza y aleatoriedad.

Me levanto de mi sueño en ese preciso límite transitorio donde un día se despide de su ajetreada vida de veinticuatro horas para dar lugar al nacimiento de otro que comienza ya a alejarse hacia su meta final. Sobre la cama quedaron las sábanas revueltas, delatoras mudas de mi pesadilla, ésa que insiste con persistencia de mula terca en acompañarme a través de los años... Me veo caminando, solitario ser sin edad, por los pasillos de un cementerio; siempre idéntico cementerio, siempre iguales tumbas, cuyas lápidas, torcidas y desgastadas, emergen de la tierra como brazos de seres que imploraran unas horas más de vida sobre la superficie del planeta. Una medialuna creciente aparece cada tanto entre las nubes, como para justificar la luminosidad mortecina que envuelve el extático paisaje. Incluso los árboles parecen dormidos en medio de ese entorno olvidado hasta de la brisa más leve. Todo existe como petrificado por algún conjuro de un hada madrina adversa a mi nacimiento.
Sacudo la cabeza para ahuyentar los pensamientos negativos producidos por el mal sueño pero la sensación de continuar al mismo tiempo dentro y fuera de él se intensifica. Pareciera que la dimensión atemporal de lo soñado y la dimensión real de mi espacio físico se confundieran en una nueva dimensión de espacio-tiempo. Porque ya no soy yo soñando un sueño sino que yo misma comienzo a existir dentro de mi propia historia onírica...Relampaguea un presentimiento de inusuales circunstancias entremezclándose a la rutina de mis días.
Me deslizo por el camino central del cementerio mientras la convicción de que algo ha cambiado me provoca un estremecimiento. Cruzo mis manos para abrazar mis brazos tomando conciencia del frío de la noche que se cuela entre la levedad de la tela de mi camisón blanco. Entonces percibo que los árboles ya no son seres inmóviles en el paisaje nocturno sino que agitan levemente su follaje salmodiando un canto desconocido. La luna ha crecido en el cielo hasta convertirse en una redonda moneda de plata y delimita un sendero que me atrae hacia adelante. Ninguna resistencia opone mi cuerpo al lumínico llamado mientras mis pies se deslizan sobre el pavimento frío, guiándome entre las losas funerarias hacia una tumba. Apartada, desgastada, deslucida, abandonada...
Por no sé qué causa inexplicable, mis lentos movimientos hacia ella, van borrando el resto del paisaje, desapareciendo tumbas y árboles para dar paso a un predio de hierba fresca, de un verde muy brillante, en tanto la losa de la lápida crece hasta convertirse en la puerta de entrada a una morada desconocida.
La brisa va aumentando de intensidad hasta convertirse en un viento tan fuerte que casi me impide avanzar hacia la puerta tallada de la entrada, que, con un chirrido de goznes oxidados, va abriendo la lenta queja de su misterio interior.Negros nubarrones cubren el cielo borrando los postreros rastros del camino hacia la tumba devenida en un blanco palacio de mármol, pero el brillo de las paredes me señalan mi destino final, pues la oscuridad de la entrada abierta se plasma en la mancha impoluta de las paredes...y hacia ella me dirijo, sin pensar, sin vacilar, como si toda mi vida terrena hubiese estado esperando este instante, luchando tercamente contra las fuerzas que intentan detenerme.
Traspongo el umbral para encontrarme en el patio de armas de un castillo medieval, golpeándome el rostro el sonido de voces y relinchos, mientras contemplo con asombro aquel ajetreo desconocido para quien soy ahora pero de alguna manera presentido en las fibras íntimas de mi inconsciente. Nadie parece prestarme atención hasta el momento en que mi camisón deja de serlo para encontrarme enfundada en un largo vestido blanco, de una tela pesada, ajustando mi talle, mientras mis cabellos, mis largos cabellos rubios, van tomando vida propia y arman una gruesa trenza de oro que desciende por la espalda, debajo de mi cintura. En ese momento, repara en mí una criada madura, muy entrada en carnes, que corre torpemente a mi encuentro y me toma de la mano para arrastrarme hacia una enorme habitación interior, tapizada de armas y pendones, mientras nos abren paso los hombres que se hallan en el patio, haciendo corteses reverencias de cabeza.
Un hombre alto, de viril hermosura y ojos castaños con un travieso brillo en las pupilas, se da vuelta tendiéndome las manos, mientras una sonrisa ilumina su rostro...
_ Mi Dama de las Lagunas, mi amada Señora...
Dibuja mi sueño tu rostro, tu forma, tu alma camina de mi mano.
No hay nada más real que soñarte viviendo...porque vivo soñando con este momento del encuentro que nos hará vivir muy juntos la eternidad de un amor tanto tiempo esperado.
No pienso en la incongruencia de un lenguaje tan actual como el mío en un ser nacido tanto tiempo antes porque mi único deseo es perderme en esos brazos que me encierran como un cerco tibio y protector. Tampoco percibo cómo va desapareciendo el entorno del castillo, pues mi alma se une en una sola con mi amado Caballero para perderse juntas en los espacios infinitos.
Quizá en un postrer reflejo de pensamiento humano, imagine qué dirán frente a mi cama de sábanas revueltas por el dulce ensueño...y cuánto tardarán en preguntarse dónde estoy y por qué he desaparecido sin dejar huellas.

Haydée Norma Podestá
Rosario, 29 de noviembre de 2009,entre las dos y las cuatro y veintiocho de la mañana.

sábado, 28 de noviembre de 2009

VERSOS DE INVIERNO EN VERANO

Hoy no te alcanzo mis manos
para que no cojas el pedazo de invierno
que tengo entre ellas...

He juntado una a una
mis más de sesenta primaveras...

Ahora mis manos
y mi cuerpo
sienten la llegada del verano
con tu alma,
con tu cuerpo.

Jeme Mazzetti Burga

jueves, 26 de noviembre de 2009

NUESTRA HORA


Cinco minutos exactos
para las seis de la mañana...

La lluvia entona
una cópula de amor en mi jardín.
Desliza su beso
con ternura húmeda
sobre las resecas ansias
de la frágil hierba,
del jazmín en flor,
del fruto redondo
de mi limonero.

Cinco minutos exactos
para
-----las
--------seis
------------de la
-----------------mañana.

¿Dónde está el rocío
de tus besos,
amado lejano?
¿La fresca lluvia
de tu amor
sobre mi piel morena
de sol?

Cinco
------minutos
---------------exactos
para las seis de la mañana...

Salgo
para mojar en la lluvia
nuestra hora del amor...
Empapo mis ojos
de un cielo por ambos
compartido
mientras llueve
sangrando
esta lejanía de vos.

Cinco minutos apenas...
Escucha...
¿Sientes latir mi corazón?
Cinco minutos apenas
para las seis, la hora
de nuestro encuentro
de amor.

Rosario, 15/11/08
Haydée Norma Podestá